No sé si lo habéis notado, pero es una gran verdad que la gente con un mayor nivel de estudios tiene una mejor calidad de vida. ¡Ojo! Digo calidad y no nivel, ya que mucha gente pensará que con la que está cayendo: las generaciones mejor preparadas, con carrera, idiomas, etcétera, ¡y no tiene trabajo!, y yo hablando de calidad de vida.
No van por ahí los tiros, hablo de que la gente que se cultiva, que tiene objetivos, que lee literatura de calidad, toma cursos y que aprende durante toda la vida, muestra signos de envejecimiento a edades menos tempranas. ¿Un ejemplo de esto? Mario Vargas Llosa.
Son muchos los estudios que demuestran que gente con bajo nivel socioeconómico y educativo es mucho más propensa a enfermedades cardiovasculares.
También hay estudios que demuestran que tras la muerte, las personas que se cultivaban, tomaban cursos y estaban en constante aprendizaje tenían cerebros más pesados. De ahí que digan que si uno no usa el cerebro se le seca. Lo mismo que sucede con los músculos y con cualquier órgano que no se utiliza: se atrofia.
Aunque no lo creáis, esto puede ser un círculo vicioso o virtuoso. Una madre con un mayor nivel educativo se alimenta mejor que una con poca educación y cuando llega el tiempo del embarazo esto se reflejará en el bebé, y se puede volver a repetir el círculo. No es una ley, simplemente son mayores las probabilidades. Cuántos ejemplos tenemos de genios nacidos de la pobreza, con padres de bajo nivel educativo, los tenemos a montones.
Pensando en la demencia, que es el titular de este artículo. Las personas con mayor nivel educativo tienden a presentar menos problemas de alzheimer, y se tratan y acuden mucho más a los servicios médicos, y más pronto, si detectan alguna anomalía con su salud.
En fin, considero que la labor principal del ser humano, que lo diferencia de los animales, es esa precisamente, estudiar, pensar, aprender. Por desgracia hemos perdido mucho el norte y estamos más enfrascados en sobrevivir, como simples animales. Y el gran culpable de esto es, en gran medida, somos nosotros mismos y después, el sistema. Pero mientras no nos “cosifiquemos” y pensemos que para “sobrevivir” es necesaria la televisión de plasma, el coche último modelo, vacaciones tiro por viaje, etcétera, mientras no caigamos en la esclavitud de las cosas, hay esperanza porque necesitaremos poco para subsistir y dedicar el resto de nuestro tiempo a actividades que nos hagan crecer de verdad: aprender a tocar un instrumento musical, escribir una novela, probar la carpintería, y mil cosas que nos mantengan activo el cerebro de una manera sana.
Por: Carlos Gutiérrez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta: